top of page

LA BIBLIOTECA DE LA ISLA DE EEA (VIII): LAS DEIDADES CTÓNICAS. DEL PALEOLÍTICO A LAS GRANDES CIVILIZ


Muy buenas mis queridos tribalistas, aquí, vuestra servidora Circe charlando un ratito con vosotros desde la isla de Eea, e intentando amenizar estos días en los que debemos permanecer en casita. Bueno, bueno, bueno, por fin ha llegado el momento de hablar de las deidades ctónicas, un tema al que le tenía muchas, muchas ganas. ¿Y por qué este interés? Muy sencillo, porque éste es uno de los grandes legados de los griegos y los romanos; ellos, a pesar de que llegaron a ser grandes civilizaciones, conservaron en sus creencias este culto tan, tan antiguo, que se remonta a finales del paleolítico. Así que, advertidos quedáis, esta entrada será extensa, ya que empezaremos explicando el origen de estas deidades para continuar con su "transformación" en las culturas griega y romana. Aunque, tranquilos, intentaré ser lo más concreta posible y no andarme por las ramas. Pues nada, comencemos con este viaje, digno de mi querido Odiseo.


Así nos gusta Circe, que cumplas tus promesas...

En fin, ya sabéis lo que toca nada más empezar... Sí, las puntualizaciones. Voy a hablar de las Deidades Ctónicas en la zona geográfica del norte del Mediterráneo, para que os hagáis una idea: Asia Menor, Grecia, Roma y Península Ibérica. El hecho de que siempre sea muy específica con las regiones responde a dos motivos:

- El primero, y el más obvio, no voy a hablar de aquello que no conozco bien. Mi compromiso como historiadora es hacer buena divulgación, y para eso no basta con leer dos o tres artículos encontrados en internet, hay que usar una metodología rigurosa y citar fuentes contrastadas, porque un divulgador tiene una doble responsabilidad que cumplir; por un lado con sus lectores, a los que debe dar una información válida y, por otro, con su disciplina, la Historia, a la que debe honrar y respetar.

- Y el segundo, porque la realidad histórica es diferente según la zona de la que estemos hablando. En un mismo año podemos encontrar dos culturas totalmente diferentes, con circunstancias particulares y desarrollos muy dispares, por lo que las comparaciones se tienen que hacer, para que me entendáis, entre iguales. No sirve de nada, por ejemplo, comparar a los íberos con los sumerios: no sólo vivían en regiones que no tienen nada que ver la una con la otra, sino que los segundos eran una cultura mucho más avanzada y con unos rasgos muy particulares. Y, aquí, hago un inciso. Las culturas de Mesopotamia y Egipto fueron muy excepcionales, tanto que apenas tuvieron sincretismos con otras sociedades. Entonces, ¿De qué sirve comparar dos culturas tan diferentes? A nivel histórico, para nada. Por contra, lo que podíamos llamar la costa norte de Mediterráneo, que va desde Asia Menor hasta la Península Ibérica, está llena de sincretismos, porque sus pueblos se expandieron geográficamente, fundaron colonias, construyeron imperios, entraron en contacto los unos con los otros, y compartieron rasgos culturales.

Hechas estas aclaraciones, vamos al tema.


Estamos listos y preparados, let's go!

"Ctónico" viene del griego y significa "de la Tierra", mientras que en latín el término equivalente es "telúrico". Como dice su propia definición, estas deidades son de la Tierra, y por extensión del Inframundo, y están estrechamente vinculadas a los ciclos de vida, muerte y regeneración. Lo más relevante es que son los primeros arquetipos de lo sagrado que surgen en Europa, en los primeros periodos de la prehistoria, y llegan a la época histórica, aunque eso sí, transformados. Bueno, hablar de su origen es hablar de Marija Gimbutas, a quien os presenté en la primera entrada de esta biblioteca, y de su gran obra "Dioses y diosas de la vieja Europa, 7000 - 3500 a.C", que se centra en las primeras culturas sedentarias del Neolítico presentes en el sudeste del continente, precisamente, por donde nos vamos a mover nosotros. Bien, la hipótesis de Gimbutas expone que, durante gran parte de la prehistoria, el culto religioso se centraba en una Gran Diosa que regía la vida, la muerte y la regeneración, y que las conocidas "Venus paleolíticas" no eran ni amuletos de fertilidad, ni formas concretas de esta diosa, sino representaciones de este amplio concepto que, hoy en día, nos resulta tan abstracto. Porque estas figuras no son "retratos", esa idea todavía no se había desarrollado como tal en el arte, sino que están llenas de simbolismo, la primera forma artística que creó el hombre. Equis, uves, triángulos, meandros, senos, vulvas y hasta partes de animales, representaban diferentes aspectos de la Diosa y su vitalidad, los cuales incluso perduraron en la época ya histórica. Gimbutas hace una clasificación muy interesante, en base a las diferentes caras de la deidad, que nos sirve de punto de partida para ver su evolución en Grecia y Roma, pero muchas veces es difícil distinguirlas porque, al fin y al cabo, están estrechamente unidas, la vida no se puede entender sin la muerte.

Así pues, estas Diosas Ctónicas personifican las fuerzas generadoras de la Naturaleza, el nacimiento, la conservación y estimulación de la vida. Su simbología va desde la vulva triangular, que ya aparece a finales del Paleolítico, hasta los motivos acuáticos como meandros y líneas ondulantes, todos relacionados con la matriz, el útero del que emerge todo. También adopta formas zoomórficas, concretamente el oso, el ciervo o el alce. Como ya podréis ir deduciendo, uno de los arquetipos del mundo antiguo que surge de este aspecto es la Diosa como Señora de los Animales y las Plantas, tan propia de las culturas micénica y griega. Y sí, nuestra querida Artemisa tiene aquí su origen y pasado ctónico, porque ella es la Diosa de la Naturaleza Salvaje y de las Bestias.


Perfil punteado de una diosa sobre una cabeza de toro, realizada sobre piel de oso. Ucrania, cerca 3700 - 3000 a. C.

Artemisa Potnia Theron, sujetando a un ciervo y a un felino.

Cerámica etrusca, siglo VI a. C.

Obviamente, tenemos que citar a la Diosa embarazada, la Madre Tierra, que desde el periodo auriñaciense (estamos hablando del 38.000 a.C) aparece desnuda con su mano colocada sobre el vientre. Cuando el hombre se vuelve sedentario en el Neolítico y surge la agricultura, esta maternidad se extiende a la propia tierra fértil, la Diosa no sólo gesta en su interior la vida humana sino también las cosechas. Aquí nos vamos a detener en una simbología muy particular, las cavernas, los montículos y las colinas. Las primeras son equiparadas con el vientre materno, mientras las otras eran vistas como puntos donde se concentraban las fuerzas de la Tierra. Esto explica buena parte de los ritos religiosos y mágicos de los pueblos nativos de la Europa Mediterránea. Así, los íberos situaban sus santuarios en colinas y zonas escarpadas, y su práctica más común era el enterramiento de figurillas como exvotos, o bien las introducían en cavernas. Según los estudios de José María Blázquez, uno de los grandes especialistas en culturas hispánicas prerromanas, la finalidad era o conseguir el favor de la Diosa Tierra para algo concreto, o agradecer los dones recibidos, por eso estas figuras representan a los diferentes individuos de la sociedad íbera, tanto hombres, mujeres como guerreros. Señores, magia de la tierra en estado puro.

Exvoto íbero. Figura de un guerrero con las piernas separadas e indicación de los órganos sexuales.

Museo Arqueológico Nacional de Madrid.


Magia de la tierra y con imágenes! Fantasía crisoelefantina


La heredera de esta faceta de la Diosa como Madre es la grandiosa Deméter, puesto que rige los ciclos de fertilidad y esterilidad de la tierra, de ahí su importancia como diosa de la agricultura. Aunque más adelante volveré a citarla, porque para entender bien su carácter ctónico es necesario hablar de su hija Perséfone, su animal sagrado era el cerdo, el cual no sólo era sacrificado en su honor sino también figuraba en máscaras que se usaban en las danzas de la fertilidad. No olvidemos que este animal era considerado el más prolífico de todos, por el número de crías que podían tener y porque de él se aprovechaba todo, desde la carne, los huesos y la piel.

La diosa Deméter representada con su animal sagrado, el cerdo.

Figura de terracota encontrada en Atenas (siglo V a. C.). Museo de Arte de Cleveland.



Otro aspecto de las Diosas Ctónicas es de las complejas Diosas Pájaro y Serpiente. Y digo compleja porque tenían una naturaleza claramente dual. La primera es la que otorga vida, riqueza y alimento, por eso muchas veces aparece alada. Recordad las presentaciones de Artemisa Potnia Theron; porta alas precisamente porque ella es la fuerza vital de los animales y la naturaleza, pero también tiene su lado destructivo, ya que es ella quien les da caza. De forma similar ocurre con la segunda, la Diosa Serpiente. Este animal es uno de los símbolos clásicos de la sabiduría, de la regeneración, de las fases de la luna y de la inmortalidad, pero también, como reptil venenoso, es la muerte y la destrucción. Para que lo entendáis mejor, son divinidades paralelas, la Diosa Pájaro es la que alimenta a la humanidad, la que trae vida, el destino y la inevitable muerte, y la Diosa Serpiente, por medio de la renovación estacional, asegura y protege la vida de los seres humanos y animales, aunque también es la propia muerte. Como digo, son bastante complejas, y su evolución en el mundo antiguo no va en una sola dirección, sino que se desgrana en varias deidades. Y aquí me voy a detener en una de las diosas más populares y que, seguramente, no esperaríais encontrar en esta entrada, Atenea. Ya sabéis que uno de sus símbolos más clásicos es el búho, la lechuza o el mochuelo, aquí los historiadores no se ponen de acuerdo, pero lo que sí es claro es que todas son aves rapaces y nocturnas, lo cual conecta con la Diosa Pájaro. No obstante, también está ligada a la Diosa Serpiente. En una de las primeras esculturas que tenemos de ella, perteneciente al periodo arcaico (antes del siglo V a. C), su principal atributo es la égida. Apunte: la égida era una piel de cabra cubierta con la cabeza de Medusa. Los autores griegos coinciden en que fue un regalo de su padre Zeus, que si bien nunca rehuyó de sus responsabilidades paternas, sabemos que Atenea era su ojito derecho. Pues bien, en este caso, lo que más destaca son las serpientes que la cubren, porque ella es la gran Diosa de la Sabiduría, una de las deidades que dio más dones a los hombres. Ella inventó el arado, las riendas de los caballos, el barco, varios instrumentos musicales, el torno alfarero, el arte de tejer y de teñir, por eso no es extraño que los griegos la consideraran la Diosa de la Civilización. Pero, al igual que la serpiente, tiene otra cara. Atenea es la Diosa de la Guerra. Homero la invoca en uno de sus himnos para que proteja el saqueo y la conquista de las ciudades. Y me vais a permitir que cite una anécdota que toca mi corazoncito. Atenea es quien inspira a mi amado Odiseo la construcción del famoso caballo en la Ilíada, ella es la que estuvo detrás de la caída y desaparición de la grandiosa Troya. Atenea crea civilizaciones, pero también las destruye.


Estatua de Atenea del periodo arcaico, portando la égida (siglo VI a. C)

Museo Arqueológico de Atenas.

Soy consciente de que esta naturaleza cíclica es muy compleja y abstracta, que nos puede costar entender como una deidad puede regir estos estadios de vida y muerte, creación y destrucción, pero con el siguiente caso creo que quedará más claro. Porque si hablamos de ciclos continuos de muerte y regeneración, es indispensable citar a Perséfone. Empecemos con su historia. Perséfone, que también la podéis encontrar como Koré o Proserpina, era hija de Deméter y Zeus. Su vida apacible junto a su madre y sus hermanas se ve interrumpida cuando es raptada por Hades, el Señor del Inframundo. Según Homero y otros autores, este rapto se hizo con el consentimiento de su padre, ante lo cual Deméter decide hacer "huelga" de sus funciones y encerrarse en un santuario de Eleusis. Ante la escasez de alimento y la posible extinción de la raza humana, Zeus manda a Hermes, del que hablaré luego, al reino de los muertos para que la joven pueda salir y consolar a su madre. Hades lo permite pero, en su astucia, hace que Perséfone coma unos granos de granada, lo cual la ataría para siempre al Inframundo. Cuando Deméter descubre esta argucia acepta, eso sí de mala gana, que su hija no podrá volver a su lado. Así que se decide que la joven pase una parte del año con su esposo y otra con su madre. Estas salidas y entradas de Perséfone son las que producen las estaciones, cuando está junto a Deméter es el periodo de la primavera, verano y principios del otoño, y cuando vuelve con Hades es el final del otoño y el invierno. Desgranemos la figura de Perséfone. Ya os comenté en entradas anteriores que el Inframundo para los griegos y romanos no sólo era un lugar de muerte sino también de regeneración, lo cual está perfectamente encarnado en esta diosa. Hades le hace comer una granada, una fruta que tradicionalmente representa la resurrección: aunque Perséfone sea la Reina de Hierro, implacable y rigurosa en su función como señora del reino de los muertos, en su interior está la semilla de la regeneración, porque cuando vuelve con su madre, ella se transforma en la Diosa de la Primavera, la que hace que la tierra vuelva a ser fértil, se cubre de flores, germinan las cosechas, y los animales entran en celo y se aparean. Con ella, al fin y al cabo, vuelve a la vida a la tierra de los hombres. Por eso es muy común, encontrarla representada junto con su esposo sosteniendo espigas de trigo y otros símbolos de abundancia, porque ambos no sólo representan la muerte, sino también la regeneración.


Hades y Perséfone entronizados sosteniendo símbolos de fertilidad y abundancia, como las espigas de trigo. Los gallos hacen alusión a la inmortalidad y la regeneración.

Relieve encontrado en el santuario dedicado a Perséfone en Locri (siglo V a. C.)

Expuesto en el Museo de Arte de Cleveland, cedido por el Museo Arqueológico de Calabria.


Y, por último, sí, paciencia, que ya acabo, voy a centrarme en las deidades masculinas. Aunque las Diosas Ctónicas fueron las grandes protagonistas durante la prehistoria, lo cual continua durante el mundo antiguo, también tenemos Dioses Ctónicos, aunque su papel es bastante diferente, ya que podríamos decir que ellos actúan como canalizadores. En su origen, eran dioses ligados a la vegetación y a los bosques, es decir, representaban la vida y muerte de las plantas y de los animales a través de su propia muerte y resurrección. James G. Frazer en su maravillosa obra "La Rama Dorada", lectura más que recomendada, hace un extenso análisis de esta figura en sus múltiples variantes, desde la figura mítica de los reyes pasando por los dioses de la vegetación y su relación con las Diosas Madre. Si queréis un futuro podemos hablar de esto en profundidad. Pero, bueno, vayamos al grano. ¿Cuáles son los herederos de estos Dioses Ctónicos en la cultura greco-romana? Pues Dionisio y Hermes. Del primero ya hablamos en su entrada, pero recordar que Dionisio estaba unido a los Bosques Salvajes y al mundo vegetal y, además, es un dios que muere y resucita, por lo que está vinculado también al Inframundo. Él representa el trance y el éxtasis, nuestra locura sagrada, lo que nos ayuda a conectar con el otro lado, por eso era un dios claramente liminal. Más desconocido, o simplificado, es Hermes. En los primeros rastros que tenemos de su culto también encontramos motivos fálicos, al igual que en Dionisio, no obstante para los griegos y romanos Hermes era el mensajero de Zeus, el dios de los comerciantes, de los charlatanes, de los ladrones y, lo más importante, es el dios de los viajes, porque él era el Gran Psicopompo, el que guía a las almas en su último gran viaje al Inframundo. Recordad, Hermes es el que va a buscar a Perséfone y la acompaña en su salida, un rol que incluso aparece en la cerámica. Supongo que ahora entendéis porque he dicho antes que son canalizadores, porque ellos nos guían en nuestro contacto con el otro lado del velo.


Hermes como psicopompo acompaña a Perséfone en su salida del Inframundo, junto con Hécate.

Museo Arqueológico de Nueva York, 440 a. C.



Antes de pasar a las conclusiones, es necesario remarcar la importancia de estas deidades ctónicas en el mundo greco-romano. Como habéis podido comprobar, en sus panteones existen diosas y dioses que devienen de estos primeros arquetipos, arquetipos que fueron las primeras formas de lo sagrado en el mundo mediterráneo, que se expandía desde Asia Menor hasta la Península Ibérica. Y esto no lo vemos sólo en la importancia que tuvieron los Cultos Mistéricos, puesto que TODOS estaban dedicados a estas deidades ctónicas, sino también en los sincretismos. Cuando los romanos entraron en contacto con los íberos, identificaron a la diosa íbera Ataecina, una Diosa de la Vida y de la Muerte con Perséfone, porque aunque ellos ya habían fragmentando los sagrados femenino y masculino en varias deidades, supieron identificar claramente a esta diosa íbera como diosa ctónica. Pero, a mi parecer, el ejemplo más claro es el de Isis. Cuando Egipto entró a formar parte del Imperio Romano tras la caída de la dinastía ptolemaica, se encontraron con esta diosa que había sido la responsable de la resurrección de su esposo Osiris. Aunque la Isis egipcia propiamente dicha es la Madre de Horus y, por lo tanto, madre del faraón (solo hace falta que veáis las imágenes de culto que nos han quedado de ella, sosteniendo a su hijo en el regazo, amamantándolo), los romanos la asimilaron a su manera, como diosa ctónica ligada al Inframundo. Es más, llegó a tener hasta su propio Culto Mistérico, donde asume las mismas funciones que Deméter, Perséfone o Hécate. Para entender mejor este sincretismo os recomiendo la lectura de "El Asno de Oro" de Apuleyo, quien perteneció a este culto y nos describe a Isis como una poderosa diosa ctónica. Incluso me atrevo a decir que la visión que tenéis hoy en día de esta diosa tiene más que ver con este sincretismo romano que con su culto egipcio.


Joer Circe, demasiada información...

Sí, lo sé, estos conceptos son muy abstractos, difíciles de entender, porque los dioses han sido muy simplificados, reducidos a una lista de atributos y roles, cuando en realidad son muy, muy complejos. Todas las deidades que he citado tienen dos caras, no pueden ser catalogadas como "buenas" o "malas, eso, como he dicho, es una simplificación. Las deidades ctónicas y sus herederos son las que más han ayudado a los hombres en muchos sentidos, pero también representan las fuerzas destructivas que los atemorizan. Y, si se les rendía culto era, por un lado, para aplacarlas, para no despertar su cólera, pero, por otro, para recibir dones, porque su vinculación con el Inframundo, las convierte en deidades liminales que traen conocimiento del Otro Lado. Por eso los Cultos Mistéricos, destinados a la liberación del iniciado, estaba dedicados a Diosas y Dioses Ctónicos, vamos, que los griegos y los romanos sabían muy bien donde estaban las respuestas, aunque supieran que no siempre serían recibidos con una sonrisa.



Sí, queridos, ésta es la cruda realidad...

Sé que me dejo cosas en el tintero. No he hablado de las dos deidades ctónicas por excelencia, Hades y Hécate. Y esto es debido a que son muy complejos y esta entrada se hubiera convertido en un tomo de la enciclopedia Espasa Calpe. Ya os hablaré de ellos en un futuro próximo, pero os adelanto un detalle: los dos están muy, muy, muy alejados de la experiencia humana. Hades apenas recibió culto oficial por el gran respeto que despertaba en los hombres, porque no es un dios benevolente, por mucho que os lo intenten de disfrazar de "buen tipo", lo repito, eso es una simplificación. Él es el soberano del Inframundo, nunca salió de allí (a excepción de rapto de Perséfone) y su misión es mantener el orden en su reino, y ni siquiera trata con los hombres, ya que delega el juicio de las almas en un tribunal presidido por Minos. Es decir, su contacto con los hombres es prácticamente nulo, si se le tenía tanto temor será por algo. Y de Hécate, tres cuartos de lo mismo. Tenemos muy poca información sobre ella, y cuando digo poca, es poca. Donde más encontramos es en los textos que nos han quedado de los Cultos Mistéricos, donde es llamada la "Madre del Mundo", porque es la Gran Señora que camina a través de los diferentes planos, ella posee las llaves que abren todas las puertas, por eso es la Diosa de la Magia, ella porta la luz del conocimiento más secreto y oculto, pero nunca es descrita como dulce y tierna. Debemos comprender a los dioses tal y como son, y no adaptarlos a nuestros gustos. Siempre os recomiendo que leáis fuentes clásicas, porque pienso que es la mejor forma de empezar a conocerlos, y en ninguna de ellas, ni Hades ni Hécate son deidades que traten a los hombres con cariño, lo cual no implica que no nos puedan aportar dones, pero sus senderos son más inescrutables, más peliagudos, más difíciles de recorrer. Y, por supuesto, también habrá una entrada sobre los íberos, una cultura absolutamente fascinante, muy rica y llena de matices, con unas expresiones artísticas que son una auténtica fantasía, pero, a la vez, son muy desconocidos. Dadme tiempo, que todo se andará.

Hemos tomado nota de todo Circe

Pues hasta aquí la entrada de hoy, espero que no se haya hecho muy pesada la lectura. He intentado ser lo más concisa posible pero sin caer en simplificaciones, pero es muy importante que seamos conscientes de este legado que nos dejaron griegos y romanos; cuando el resto de mundo se volcaba en la Magia Ceremonial y en la Magia Astrológica, ellos volvieron sus miradas a las Deidades Ctónicas para encontrar el conocimiento esotérico que les haría libres. Han hecho todo lo posible para que olvidemos estas prácticas mágicas e incluso nos las han llegado a arrebatar, ahora, más que nunca, debemos reconectar con nuestras raíces.


Abajo os dejo un montón de bibliografía para que podáis saciar vuestra curiosidad. Sin nada más que añadir, vuestra servidora Circe se despide de vosotros y os manda mucho amor desde la isla de Eea.


En estos días, hagamos como Mr. Darcy, a cuidarse en casita.




BIBLIOGRAFÍA

- Apuleyo, El Asno de Oro (trad. L. Rubio Fernández), Gredos, Madrid, 1978.

- Himnos Órficos (trad. Y. Maynadé), Diana, México, 1973.

- Homero, Obras completas, Juventud, Madrid, 1971.

- Lorena V. ABRAMOVICH, "Relatos de los orígenes en la Atenea Parthenos. Iconología de Erecteo y Pandora", Eikón Imago, 9/1 (2016). Revista electrónica ISNN-e 2254 - 8718.

- Manuel ALBERRO, "La Diosa-Pájaro del Neolítico y su posible continuación en las diosas de manantiales y ríos de los celtas", HABIS, 38 (2007), pp. 7 - 30.

- Anne BARING, Jules CASHFORD, El mito de la Diosa. Evolución de una imagen, Madrid, Siruela, 2005.

- José María BLÁZQUEZ, Religiones en la España Antigua, Madrid, Cátedra, 1991.

- Primitiva BUENO RAMÍREZ, Rodrigo DE BALBÍN BEHRMANN, Rosa BARROSO BERMEJOB, "Dioses y antepasados que salen de las piedras", Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, 67 (2008), pp. 46 - 61.

- Rubén Alberto CALVINO, "Arte Paleolítico y Gnomónica", Revista Cuadernos de Arte Prehistórico, 6 (2018), pp. 43 - 60.

- Luz Mª CARDITO ROLLÁN, "La Gran Diosa Neolítica y su vinculación a las actividades mineras: los depósitos rituales", CuPAUAM 22 (1995), pp. 21 - 35.

- James G. FRAZER, La Rama Dorada: magia y religión, México, Fondo de Cultura Económica, 2011.

- Marija GIMBUTAS, Diosas y dioses de la Vieja Europa (7000 - 3500 a. C.), Madrid, Siruela, 2013.

--------- "La religión de la Diosa en la Europa Mediterránea" en Tratado de Antropología de lo Sagrado (coord. J. Ries), vol. 3, Madrid, Trotta, 1997, pp. 41 - 62.

- Pilar GONZÁLEZ SERRANO, "Catábasis y resurrección", Espacio, Tiempo y Forma (serie II, Historia Antigua), 12 (1999), pp. 129 - 179.

- Ignasi GRAU MIRA, "La religión en las sociedades íberas: una visión panorámica", Revista de Historiografía, 28 (2018), pp. 47 - 72.

- Robert GRAVEZ, La Diosa Blanca, Madrid, Alianza, 2014.

- José Ángel OCHARAN IBARRA, Santuarios rupestres ibérico del sureste peninsular, 3 vol., Tesis Doctoral, Universidad de Alicante, 2017.

- Domingo PLÁCIDO, "La noche en la cosmogonía de Hesíodo", ARYS, 8 (2009 - 2010), pp. 35 - 42.

- Angie SIMONIS, La Diosa: un discurso en torno al poder de las mujeres. Aproximaciones al ensayo y la narrativa sobre lo divino femenino y sus repercusiones en España, Tesis Doctoral, Universidad de Alicante, 2012.

- Miriam VALDÉS GUÍA, "La guerra de Atenas con Egina y el culto de Damia y Auxesia", ARYS, 11 82013), pp. 145 - 161.

CRÉDITOS DE LA MINIATURA:

- William Blake, The Night of Enitharmon's Joy, 1795. Tate Gallery de Londres.

IMÁGENES USADAS AL AMPARO DEL "USO PERMITIDO SEGÚN EL ARTÍCULO 17 DE LA LEY EUROPEA".

264 visualizaciones0 comentarios
bottom of page